doi: 10.56294/pa202364

 

ORIGINAL

 

The rise of the ultra-right and neo-fascism in Europe in the 21st century

 

El ascenso de la ultraderecha y el neofascismo en Europa en el siglo XXI

 

Katia Gisett Roché Guerrero1 *, Hayla Massiel Alonso Valle1

 

1Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. La Habana, Cuba.

 

Citar como: Roché Guerrero KG, Alonso Valle HM. The rise of the ultra-right and neo-fascism in Europe in the 21st century. Southern perspective / Perspectiva austral. 2024; 1:64. https://doi.org/10.56294/pa202364

 

Enviado: 02-06-2023                   Revisado: 03-09-2023                   Aceptado: 20-12-2023                 Publicado: 21-12-2023

 

Editor: Misael Ron

 

ABSTRACT

 

With the capitulation of Germany and its allies in World War II, the classical manifestations of fascism seemed to have been defeated. However, the reality indicates that this ideology has been reconfiguring itself into an alternative phenomenon, although with the same essence at the core of its conception: neo-fascism. As a result, contemporary societies have witnessed in recent decades the rise of the extreme right and the rise of conservative and violent discourses.

Based on this context, the present research investigates the trends of the extreme right-wing fascist movement in Europe in the 21st century. At the same time, it includes a review not only of political forces and parties, but also of the main factors that have determined its political-electoral advance. To achieve this, it is based on the study of the German case, from the point of view of two of its parties: the German National Democratic Party (NPD) and Alternative for Germany (AfD).

Finally, the following elements emerge as having a major impact on the rise of these neo-fascist projects: the reconfiguration of their political discourses, the presence of Euroscepticism in European society, and the behavior of traditional parties in the face of the 2008-2009 global economic crisis and the migration crisis of 2015-2016.

 

Keywords: Europe; Neo-Fascism; Extreme Right; Political-Electoral Rise.

 

RESUMEN

 

Con la capitulación de Alemania y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial, las manifestaciones clásicas del fascismo parecieron haber sido derrotadas. Sin embargo, la realidad indica que esta ideología se ha ido reconfigurando en un fenómeno alternativo, aunque con idéntica esencia en el centro de su concepción: el neofascismo. En consecuencia, las sociedades contemporáneas asisten en las últimas décadas al ascenso de la extrema derecha y el auge de los discursos conservadores y violentos.

Sobre la base de este contexto, la presente investigación indaga en las tendencias del movimiento de extrema derecha fascista en Europa en pleno siglo XXI. A su vez, incluye una revisión no solo de fuerzas y partidos políticos, sino también de los principales factores que han determinado su avance político-electoral. Para lograrlo, se apoya en el estudio del caso alemán, desde la óptica de dos de sus partidos: el Partido Nacional Demócrata Alemán (NPD) y Alternativa para Alemania (AfD).

Finalmente, emergen como elementos de mayor incidencia en el ascenso de estos proyectos neofascistas: la reconfiguración de sus discursos políticos, la presencia del euroescepticismo en la sociedad europea, y el comportamiento de los partidos tradicionales ante la crisis económica mundial 2008-2009 y la crisis migratoria de 2015-2016.

 

Palabras claves: Europa; Neofascismo; Extrema Derecha; Ascenso Político-Electoral.

 

 

 

INTRODUCCIÓN

El fascismo es una ideología, movimiento y sistema de gobierno totalitario de extrema derecha surgido en el periodo de entreguerras. Se presenta como una alternativa ante la crisis económica de postguerra y el auge del movimiento obrero, especialmente tras el triunfo de la Revolución bolchevique. Caracterizado por el antimarxismo, antiliberalismo, ultranacionalismo, darwinismo social y ultraelitismo, se opone a la democracia, el comunismo y la internacionalización. Defiende la superioridad de la raza y la patria, y la necesidad de emplear la violencia contra los que considera enemigos de la nación. Valiéndose de la demagogia y la mentira, alterna lo legal con lo ilegal hasta lograr aparecer ante la opinión pública como la “solución” al caos existente. Los retos de la modernidad y las angustias de una época de aceleración de los cambios históricos propiciaron la viabilidad política de esta postura radical e hiperideologizada.

Con la capitulación de Alemania y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial, las manifestaciones clásicas del fascismo parecieron haber sido derrotadas. Sin embargo, se han ido reconfigurando en un fenómeno alternativo, una concepción ideológica renovada con respecto a las ideologías pasadas, aunque con idéntica esencia en el centro de su concepción. El neofascismo europeo se muestra como redentor de la democracia y las problemáticas sociales. Surge con el auge de los movimientos de extrema derecha. Constituye una respuesta reduccionista a los problemas actuales, pues enfoca su discurso en el supuesto peligro que representan los movimientos migratorios para la “seguridad” y la conservación de los valores sociales y culturales de la sociedad europea.

De ahí que, la presente investigación se plantee los siguientes objetivos:

 

Objetivo general:

1.   Analizar el auge de la extrema derecha y los movimientos neofascistas en el continente europeo durante el siglo XXI.

 

Objetivos específicos:

2.   Identificar los principales avances experimentados por el neofascismo durante la segunda mitad del siglo XX e inicios del siglo XXI.

3.   Describir los rasgos fundamentales del neofascismo y sus principales fuerzas políticas en el siglo XXI.

4.   Explicar los principales factores que condicionan el avance político-electoral de la extrema derecha neofascista durante el siglo XXI.

5.   Ejemplificar el auge político de partidos neofascistas en el caso particular de Alemania.

 

DESARROLLO

El neofascismo es una ideología de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Es una concepción renovada que tiene como base la restauración de importantes elementos del fascismo. “No es un fenómeno estático y puede manifestarse de diversas formas: como escuelas de pensamiento, movimientos sociales, partidos políticos y regímenes políticos” (García Olascoaga, 2018).

 

Es un movimiento filosófico que combina un sentido de crisis y declive nacional, una fascinación con un pasado glorioso, un proceso de revisionismo histórico (…), la necesidad de un Estado fuerte, un sistema estricto del Estado de derecho, una creencia respecto a la superioridad europea junto con el casi completo rechazo hacia los otros (…), un nacionalismo que combina la defensa de los valores tradicionales, la justificación de la violencia y posiblemente un líder carismático (Mammone, 2015).

 

Algunos autores sitúan el origen de esta ideología en el año 1942, después que la Alemania nazi inició la invasión a la URSS y decidió orientar su propaganda sobre la base europeísta “Europa como una nación” (Camus & Lebourg, 2017). La derrota formal de las manifestaciones clásicas del fascismo en 1945, junto con los enormes cambios que tuvieron lugar en esos años, desmoralizó esta ideología a una escala internacional. Sin embargo, esto no condujo a su desaparición. A pesar de los procesos de desnazificación, los residuos fascistas no fueron erradicados totalmente e intentaron reorganizarse en nuevos partidos.

Durante la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI emergen distintas olas neofascistas (Gelabert Campins, Unzurrunzaga, & Calderón, 2017). La primera, inmediatamente posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial, caracterizada fundamentalmente por una continuidad de las viejas formas fascistas. La misma poseía vínculos directos con anteriores gobiernos de extrema derecha que aparecieron en períodos de turbulencia social y económica pero que desaparecieron rápidamente.

La segunda, de los años 50 a mediados de los 70, y la tercera, iniciada a finales de los años 70, se distinguieron por la presencia de partidos difusos y heterogéneos, con elementos comunes como la preferencia nacional, el ultraliberalismo económico y la extensión de la xenofobia; en el marco de la aparición de nuevos movimientos migratorios extraeuropeos. En estas olas tuvo gran incidencia la crisis económica mundial ligada al primer choque petrolero de 1973 y la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods, lo cual agudizó fenómenos como la inmigración y el desempleo en Europa, dentro de un contexto de globalización económica. Esta situación, unida a la creciente desafección política y la aparición de nuevos clivajes electorales, propició el nacimiento de la derecha radical populista.

El inicio de la cuarta ola se ubica en el año 2001, época de auge de los partidos de derecha radicalizados, a partir de la escisión de los partidos conservadores y liberales tradicionales. Estos nuevos partidos se proclaman defensores del ultraliberalismo económico, al tiempo que proponen medidas para proteger a la población autóctona. Además, se oponen a la mundialización y a la construcción de una Unión Europea con rasgos federales, y se mantienen favorables a una “Europa de las naciones”. Poseen un fuerte carácter antiinmigración, xenofóbico y antirreligioso, en particular contra las personas de religión musulmana, desarrollando una verdadera islamofobia.

La formación de grandes partidos con tendencias visiblemente fascistas en los últimos años, sumado a la amplia zona gris que se ha originado entre la derecha clásica, conservadora y liberal, y la extrema derecha, ha conducido al cuestionamiento acerca de la posible emergencia de una quinta ola neofascista. En su seno, destaca la presencia de las tendencias ultraderechistas.

Ahora bien, la mayoría de los autores datan el auge de las tendencias neofascistas en el panorama europeo hacia los años 80. Ello estuvo representado por una extrema derecha enmascarada en medio del panorama económico y social, no solo por sus planteamientos políticos sino también por el estigma social existente con los llamados nazis, fascistas o neonazis, término cada vez más actualizado.

El sociólogo Ronald Inglehart (Inglehart & Norris, 2016) identifica ya desde la Segunda Guerra Mundial una tendencia de cambio cultural en las prioridades de los valores materialistas o de supervivencia (seguridad económica, seguridad ciudadana, militar, orden público, etc.); hacia lo que él llamó “posmaterialismo”, fruto del aumento general de la seguridad y crecimiento económico de las décadas posteriores a la postguerra. Dichos valores sufrirían un cambio intergeneracional entre 1979 y 1985, de modo que comenzó a prestarse mayor atención a cuestiones culturales como inmigración, terrorismo, aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo, identidad de género, etc.; lo que provocó el enfrentamiento entre partidos progresistas y partidos reaccionarios. Estos últimos disfrutaron de un auge en los 70 y 80, que disminuye en los 90 y vuelve a cobrar fuerza a inicios del siglo XXI.

Antes de analizar el apogeo de las tendencias neofascistas en Europa durante el siglo XXI, que está estrechamente ligado al avance de la extrema derecha, es importante hacer referencia al cambio que se ha venido dando en la terminología a lo largo de los años. Más allá de las diferencias en este sentido, la ideología base permanece intacta.

De tal modo, es posible encontrar el término “posfascismo”, empleado por autores que pretenden dejar clara la diferencia en la continuidad, teniendo en cuenta el nuevo contexto político, cultural, social y económico. Aunque reconocen el mantenimiento de las bases ideológicas, entienden que las posibles formas de fascismo en el siglo XXI no pueden ser la reproducción mecánica de los modelos existentes en la Europa de entreguerras (Guamán, Aragoneses, & Martín, 2020). Otros académicos prefieren el término “derecha iliberal”, “extrema derecha” o directamente “fascismo”.

Ahora bien, aparece el concepto “populismo de derechas” o “nueva derecha radical”, cuya definición estricta difiere según el autor. Algunos refieren que consiste en una cuestión distinta de “extrema derecha” y por ende, de “neofascismo”. Mientras tanto, otros consideran que se trata de un mismo fenómeno que con el tiempo no ha hecho más que adoptar una terminología diferente a causa del rechazo social contra términos como nazismo o fascismo.

Lo que diferencia al populismo de la extrema derecha es, esencialmente, el discurso político (Lerín Ibarra, La ideología de la nueva derecha radical o derecha radical populista como desafío democrático, 2019). Mientras la extrema derecha permanece anclada a su vinculación con el fascismo sin aparente renovación ideológica; el populismo opta por el uso de una nomenclatura mucho más difusa, ambigua, neutra o de amplio calado popular. De tal manera intenta eliminar cualquier denominación que pudiera entenderse como “extremista” y evita cualquier término que haga referencia directa al fascismo histórico o se relacione con él.

En ambos casos se manifiesta el racismo y rechazo a la inmigración, si bien la extrema derecha defiende una visión de nación étnica racial y el populismo tiene una visión étnica de la nación sin marcado componente racial. El populismo es contrario a la inmigración ilegal pero acepta la inmigración legal siempre y cuando comparta los principios étnicos de los nativos. El componente discriminatorio, nacionalista y nativista se hace presente tanto en la “Europa blanca” por la que aboga la extrema derecha como en la “Europa de las patrias” a que se refiere el populismo. Ambos poseen un fuerte carácter antirreligioso, al reivindicar la idea de una Europa de raíces cristianas como referente frente a otras civilizaciones que la ponen en “peligro” (islam o religión musulmana).

Es cierto que el populismo apoya políticas de cohesión europea para el desarrollo de sus países pero también muestra posiciones euroescépticas, aunque de forma mucho más ambigua que la extrema derecha, la cual rechaza completamente la existencia de la Unión Europea. Aun cuando el populismo es teóricamente democrático, está claro que asume posturas radicales que, sin lugar a dudas, atentan gravemente contra la democracia en el continente.

No podrían negarse las diferencias teóricas formales que existen entre uno y otro concepto. Sin embargo, en la práctica, aun cuando se haga alusión a dos manifestaciones diferentes, podría decirse que comparten la esencia de una ideología común: el neofascismo.

 

Contexto en el que emergen las nuevas manifestaciones neofascistas

El neofascismo como ideología que renace responde a ideologías de ultraderecha con un tinte fascista y violento, muchas veces apoyado por dirigentes de partidos políticos. El auge democrático en la Europa de la posguerra enfocó su atención en la erradicación de los ideales fascistas, mediante la persecución de los seguidores de dicha ideología y el fomento de los valores de la democracia y la diversidad en las generaciones jóvenes fundamentalmente. Sin embargo, la desaparición del campo socialista con la caída del muro de Berlín, dejó vía libre a la influencia y propagación de las políticas neoliberales en el mundo. La lucha de clases defendida por el socialismo político, se convierte en una supuesta lucha cultural y racial creada por el neoliberalismo, que fundamenta su ideología en el individualismo, la segregación, el separatismo y la falta de identificación con los proyectos políticos de las democracias actuales (Arabi, 2020).

La nueva realidad social europea se enmarca en un mundo neoliberal y globalizado, que se caracteriza por los crecientes avances tecnológicos y la gran influencia de la sociedad de la información sobre las masas. Además, la composición étnico-cultural de los pueblos experimenta alteraciones constantes, que los dota de sociedades heterogéneas y cosmopolitas. La Unión Europea no se habría realizado como entidad política sin tener en cuenta el valor de la diversidad como factor enriquecedor, apoyado por programas sociales y educativos basados en la democracia y la igualdad.

Sin embargo, en los últimos años han resurgido partidos que predican una filosofía de siglos anteriores, basada en la pureza de la sangre y culturalmente inmune a la influencia de los foráneos. Son voces que están pegando fuerte en las escenas de muchas democracias, poniendo en jaque todo lo que fue construido a lo largo de los años. Para ello se valen de un discurso “proteccionista” que llama al odio al otro en nombre de la democracia.

El asunto empieza a tener una gran magnitud cuando las economías de estos países entran en recesión o en ciclos de crisis como la del 2008. La clase social resentida por la crisis es muy sensible a todo aquello que pueda generarle un malestar directo o indirecto, y es allí donde los mensajes xenófobos y discriminatorios pueden llegar fácilmente a las masas. “Estamos regresando a uno de los discursos políticos simplificadores que siempre han funcionado con gran apelación al miedo (…) En condiciones de dificultad como las crisis económicas, el miedo siempre funciona como instrumento de adhesión” (De Lucas, 2014).

A esto se suma el impacto de la crisis migratoria y de refugiados que tuvo lugar en la región en 2015-2016. Una de las principales medidas tomadas en el seno de la UE para hacer frente a la situación consistió en la implementación de un sistema de cuotas de acogida. Sin embargo, esto generó un fuerte rechazo por parte de la sociedad europea, preocupada por la amenaza de deterioro de su calidad de vida y la posibilidad de pérdida de sus empleos.

Los extremistas llaman entonces a la unidad para salvar a la sociedad de las agresiones y conservar la identidad cultural y racial del pueblo. Su discurso plantea la expulsión de los inmigrantes y restringe al máximo los derechos, además de poner un filtro exhaustivo para el acceso a la nacionalidad. La maquinaria neofascista muestra a sus seguidores una imagen negativa de los inmigrantes, a los que presenta como una banda de criminales y los asocia con los problemas económicos y sociales que padecen sus países.

La proliferación de estos mensajes encuentra sustento en la falta de compromiso de los partidos tradicionales (tanto de derecha como de izquierda) con los valores democráticos, y su lucha titánica para alcanzar el poder a cualquier precio. De este modo, se quiebra en cierta forma el sistema democrático y estos nuevos-viejos partidos extremistas encuentran cabida para formar parte del panorama político de las naciones democráticas.

La extrema derecha neofascista critica incesantemente a la representación política, acude al victimismo político para instrumentalizar la democracia; recurre a la demagogia para expandir sus demandas, ondeando la bandera de la libertad de expresión; apunta al inmigrante como el origen de todos los males sociales; y recurre a la religión para reclamar la pureza cultural y racial. Por su parte, los partidos políticos clásicos no se enfrentan con decisión a estos discursos, permitiendo, de esta forma, su expansión, y actuando implícitamente como cómplices de su ascenso al poder (Arabi, 2020).

 

Extrema derecha: nueva y tradicional. Elementos de continuidad y ruptura.

El escenario de desequilibrio social y económico ha minado la confianza de la población en sus sistemas políticos. Sumado a esto, se observa un auge de los movimientos euroescépticos y una crisis dentro de los partidos tradicionales, que ha propiciado que florezcan ideologías de derecha de corte radical-populista. A pesar de que la derecha ha experimentado avances y retrocesos y no ha tenido la misma fuerza en todos los países de Europa, la nueva derecha radical ha tenido una emergencia en el escenario político europeo. Tal afirmación queda legitimada en su llegada al poder en Hungría, Polonia, Finlandia e Italia; mientras que no sucede por igual en naciones como Francia, Alemania y Gran Bretaña. Aunque en estas últimas naciones, las fuerzas políticas de este tipo han ganado en fuerza electoral y credibilidad política.

En gran medida, su ascenso ha sido favorecido por el fenómeno de la inmigración, el terrorismo islámico, la crisis económica y el aumento del euroescepticismo, así como del uso conveniente del descontento y la frustración que priman en la población. Este éxito también se ha debido a un aumento de los votantes pertenecientes al sector obrero; a diferencia del electorado, mayormente de clase media, que primaba en los años 80 y comienzo de los 90.

En este sentido, resulta importante destacar que ante la imposibilidad de convencer al electorado, y desde los mismos inicios, la ultraderecha neonazi optó por reformular sus programas políticos para evitar la “marginación política”. Es por ello que se desligaron de cualquier vínculo con el nazifascismo y han adquirido elementos propios como el populismo «anti-establishment» o la sustitución de categorías racistas por la «diferenciación étnica» (Lerín Ibarra, La nueva derecha radical como reto a la gobernanza y a la calidad de la democracia, 2019).

Si bien estos partidos han renovado sus discursos políticos a través de la desvinculación con el nazi-fascismo, conservan en sus identidades buena parte de su cosmovisión. Por tal razón y con el objetivo de hacerlos creíbles continúan utilizando la demagogia social y una estructura de argumentación basada en el paro, la inmigración, la inseguridad y la corrupción. Se caracterizan por el populismo, el euroescepticismo, el etno-nacionalismo, un racismo de tipo cultural y la xenofobia.

La gran mayoría estimula el odio hacia los musulmanes y el mundo islámico a través de un nacionalismo agresivo, lo que les garantiza un mayor apoyo electoral, en una coyuntura de inmigración y aumento de practicantes de la religión musulmana. En la actualidad se observa cómo estos partidos han sustituido el racismo biológico de los años 30 por un racismo cultural o diferencialista. En tanto, practican un nacionalismo nativista al clamar la imposibilidad de coexistencia en una misma nación de dos culturas: la nativa y la inmigrante.

 

“El ultranacionalismo constituye una clave de acceso al ideario extremista y neofascista. Un nacionalismo exacerbado es un embrión ideológico que corre el riesgo de desarrollar un comportamiento protofascista” (Cotés Lozano, 2016).

 

Estas formaciones se muestran como una alternativa real, pues han aceptado actuar dentro de los márgenes de la democracia liberal, volviéndose “nominalmente democráticas”, a pesar de que cuestionan el orden establecido. No abogan por la supresión de las libertades democráticas, aunque sostienen un discurso que erosiona la legitimidad de las instituciones y realizan una lectura autoritaria y conservadora de la democracia parlamentaria. Además, aprovechan el descontento social para obtener buenos resultados electorales a través del voto de protesta.

 

Principales fuerzas políticas y partidos

El neofascismo europeo se muestra como redentor de la democracia y las problemáticas sociales. Surge con el auge de los movimientos de “nueva extrema derecha” o derecha radical populista. Dentro del ala de extrema derecha se ubican partidos como: Amanecer Dorado y Griegos por la Patria en Grecia, el Die Heimat alemán, el Jobbik húngaro, el Partido Croata de los Derechos Puros, el UKIP británico, los Demócratas de Suecia, el Movimiento Social Llama Tricolor, la Casa Pound y Fuerza Nueva italianas. Mientras tanto, en el lado de tendencia radical, que niega cualquier proximidad o relación con el fascismo histórico, se encuentran partidos como Verdaderos Finlandeses, la Agrupación Nacional francesa, el Partido de la Libertad en Austria, y la Unión Democrática de Centro suiza.

 

El caso de Alemania. NPD vs AfD

En Alemania, a pesar de la derrota del nazi fascismo, no logró erradicarse del todo esa ideología. A su vez, la extrema derecha se encontró en una situación de marginación dentro del espectro político alemán. No obstante, este escenario no impidió el surgimiento del neofascismo en la nación.

A pesar de la existencia de unos cuantos partidos de tendencia neofascista, a continuación se hace referencia solo a uno de ellos: el Die Heimat (La Patria), anteriormente conocido como Partido Nacional Demócrata Alemán (NPD). Esta formación partidista fue creada en 1964 con la fusión de grupos y partidos ultraderechistas, que incluía varios defensores de los nazis. En sus primeros cinco años de existencia experimentó cierta popularidad, derivada del lento desarrollo económico en Alemania. Sin embargo, se convirtió luego en una fuerza marginal y atravesó desde pérdida de simpatizantes hasta dificultades financieras por reiterados intentos de corte de financiación. Tras la reunificación volvió a percibir un incremento en su apoyo, lo cual le permitió ingresar a varios parlamentos regionales.

Aunque pareciera que ha tenido cierto nivel de éxito regional, este partido nunca ha podido traducirlo en triunfo en elecciones federales y formar parte del Bundestag. En gran medida, este fracaso político está ligado a su vinculación con el nazismo y los intentos de las autoridades alemanas de ilegalizarlo, pues es considerado el partido de derecha más extremista del país teutón. Por tanto, no ha podido ser tomado como alternativa política seria. A pesar del proceso de rebautizo de la formación política e intento de cambio de su imagen, por parte de su presidente Frank Franz para superar la crisis de credibilidad, solo se agenció el 0,1 % del electorado en las últimas elecciones federales celebradas, el peor resultado de su historia.

En la otra ala, se encuentra la Alternativa para Alemania (AfD), que se ha convertido en el partido ultraderechista más exitoso de la historia de la República Federal. En este sentido, se destaca por ser una agrupación relativamente joven, que ha experimentado una evolución desde el euroescepticismo conservador y reformista hasta un ultraderechismo sin complejos, xenófobo, islamófobo y revisionista de la historia reciente de Alemania (Delle Donne & Jerez, 2019).

Si bien en 2013 solo quedó a tres décimas de entrar al Bundestag, se convirtió en la tercera fracción más importante con el 12,6 % de los votos y 94 diputados en el Parlamento tras los comicios de 2017. Esta victoria auguraba un futuro de éxitos para la agrupación política e incluso, provocó miedos y reservas en las restantes fuerzas, que vieron un avance aplastante del partido en tan solo cuatro años desde su fundación. Asimismo, en los comicios de septiembre 2021 fue capaz de repetir la fórmula. Aunque fue relegada a quinta fuerza política al obtener solo el 10,4 % de los votos.

En este sentido, ese cambio en los resultados electorales fue producto directo de la ampliación de su perfil programático y el cambio de liderazgo, con su respectiva transformación de ideología y discurso. A su vez, esta formación ha sido capaz, en la medida que no ha podido ninguna de sus predecesoras, de capitalizar electoralmente ese sector de la población de posturas nacionalistas, antiliberales y xenófobas.

Sorprende entonces que en el país más rico de la Unión Europea atraviese esta realidad. Alemania presenta indicadores macroeconómicos buenos, con tasas de crecimiento estables y cifras de desempleo en mínimos históricos. Por tanto, el panorama que ha exhibido no explica cómo es posible que se hayan establecido opciones ultraderechistas, si el contexto no es idóneo como el de otros países más golpeados por la crisis económica.

Según Elianys Venero (Venero Ramos, 2019), los efectos de la crisis económica, la crisis del sistema de partidos políticos en Alemania, la gestión de la crisis económica por Angela Merkel y el Gobierno Federal, el aumento del euroescepticismo y el reacomodo del programa de AfD, fueron los factores de su ascenso político electoral en el período 2013-2019. Por tanto, queda claro que para comprender su éxito se debe analizar el trasfondo económico, político y social. Igualmente, se evidencia el gran impacto que tuvo en su ascenso el incremento del voto protesta contra élites políticas tradicionales, como reflejo del aumento del rechazo de los alemanes al establishment político.

En resumen, aunque hace dos décadas atrás, en casi todos los países de Europa, los partidos de extrema derecha (con discursos ultrarreaccionarios y ultranacionalistas, xenófobos y racistas) ocupaban nichos marginales en el tablero político europeo, la nueva derecha radical se está consolidando y avanzando electoralmente algunos países europeos en los últimos tiempos. Hoy gobiernan en varios países de la Unión Europea (Italia, Hungría Polonia), participan en los gobiernos de otras naciones, o son la segunda o tercera fuerza, determinando buena parte del debate político europeo. Aunque debe destacarse que este fenómeno no se ha desarrollado de igual manera en todos los países y que las intenciones de voto hacia las formaciones de corte radical populista no han tenido un comportamiento estable.

 

CONCLUSIONES

La ultraderecha parece volver al poder en todo su esplendor, dado el vertiginoso ascenso político electoral que ha experimentado en pleno siglo XXI. Si bien, tras la derrota nazi-fascista en la segunda contienda mundial, las ideologías de este corte quedaron relegadas a planos marginales, no desaparecieron. Al contrario, mutaron en formaciones ideológicas neofascistas. Sin embargo, la herencia pasada determinó la poca popularidad de este tipo de movimientos en el contexto electoral. Es por ello, que tuvieron que recurrir a una total reconfiguración de sus identidades y programas políticos, para aspirar a atraer a una masa considerable de electores e insertarse en los sistemas políticos de sus respectivos países; y así evitar la marginación política. No obstante, sus bases acogen la misma esencia de la antigua cosmovisión.

Tal es el caso de AfD en Alemania, que se ha tornado en alternativa política real frente al Die Heimat. Al respecto, en la década de los 80, se produjo el surgimiento de un ala de derecha que apuesta por el populismo. La misma, presenta un discurso totalmente renovado, con elementos de ruptura con el nazi fascismo de los años 30 y las oleadas posteriores.

Un conjunto de factores ha incidido en el triunfo de la extrema derecha en el espectro político de Europa. Figura entre estos, la crisis de los partidos tradicionales, que no han podido hacer frente de manera eficaz a los efectos de la crisis económica de 2008 y la crisis migratoria de 2015-2016. Esto se ha traducido en un costo social con incidencia directa en el rechazo hacia el establishment. A su vez, estos fenómenos han favorecido el creciente sentimiento euroescéptico, que hace mella en las sociedades europeas y que no ha pasado desapercibido por estos partidos, que lo aprovechan para lograr éxitos electorales. Otros factores se relacionan con el contexto social y político, que se encuentra signado por problemas globales como la migración y el terrorismo. Estas problemáticas han sido aprovechadas por la extrema derecha, para la reconfiguración de sus discursos políticos, sustentados en el rechazo al otro en nombre de la defensa a la democracia y la soberanía europea.

Las fuerzas ultraderechistas no han conseguido destruir el proyecto de integración europeo. Sin embargo, no se debe subestimar su capacidad de hacerse con escaños y acrecentar su caudal electoral. El peligro radica en que se obvie esa posibilidad, porque se ve amenazada la integración europea, en caso de que asciendan hasta el ejecutivo nacional.

 

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FINANCIACIÓN

Los autores no recibieron financiación para el desarrollo de la presente investigación.

 

CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran que no existe conflicto de intereses.

 

CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA

Conceptualización: Katia Gisett Roché Guerrero, Hayla Massiel Alonso Valle.

Curación de datos: Katia Gisett Roché Guerrero, Hayla Massiel Alonso Valle.

Análisis formal: Katia Gisett Roché Guerrero, Hayla Massiel Alonso Valle.

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Investigación: Katia Gisett Roché Guerrero, Hayla Massiel Alonso Valle.

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